quién diría que fuese posible encontrarse a un monje budista pidiendo limosna aquí. pero estaba. durante horas, sin moverse apenas un centímetro, totalmente ajeno a las otras tres millones seiscientas treinta y nueve mil novecientas noventa y nueve personas que a lo largo de ese día habían de pasar por su lado.
creo que fernán no es el único abrumado por esta ciudad.