quién diría que fuese posible encontrarse a un monje budista pidiendo limosna aquí. pero estaba. durante horas, sin moverse apenas un centímetro, totalmente ajeno a las otras tres millones seiscientas treinta y nueve mil novecientas noventa y nueve personas que a lo largo de ese día habían de pasar por su lado.
creo que fernán no es el único abrumado por esta ciudad.
1 comments:
Hay que darle un poco más de caña al angular, eh! Estoy convencida de que este pobre monje budista no tenía ganas de comerse a nadie, y en caso de que sí, seguro que con una limosna de unos cuantos miles de yenes (lo siento, este tema aún no me lo he estudiado y no sé a cuánto van!) no se habría enfadado... ;)
Publicar un comentario